Orquesta Filarmónica de Szeged en L’Auditori (27 diciembre 2009)

Después de una semana de comilonas, sobremesas familiares y noches de amistades (éstas las conoces bien Chloé…), el domingo iba a ser finalmente un día sosegado para reposar todo lo ingerido. Así fue como me lo propuse y así se dio. Con tanta tranquilidad me lo tomé que casi llego tarde al único acontecimiento del día y mi último concierto del año.

No te imaginas qué manera de acabar el año a ritmo de los valses, marchas y polcas de Johann Strauss(1825-1899) y Joseph Strauss(1827-1870). La Orquesta Filarmónica de Szeged interpretó piezas intemporales de estos dos genios, algunas acompañada por la soprano Krisztina Kónya (cuyos gorgoritos me pusieron “la gallina de piel” como diría el maestro Johan Cruyff) y otras por los elegantes bailarines Ildefons Vilanova y Mercedes Pastor (con los que disfruté muchísimo a la par que sufrí ya que apenas tenían espacio para poder bailar y pensaba que en cualquier momento podrían caerse del escenario).

Sin lugar a dudas el gran momento de la noche fue la interpretación de la increíble ‘Marcha de Radetzky’. Cuando las primeras notas empezaron a sonar me sentí muy pequeñita. Tuve la misma sensación que cuando miras las estrellas detenidamente y asumes que eres minúscula ante el gigantesco universo. Rápidamente olvidé mis cavilaciones porque el público empezó a seguir con palmas el ritmo de la marcha dirigidos por el director Norbert Pfaflmeyer, de modo que por un instante nos pudimos sentir parte de la orquesta. Disfrutar de esta mítica pieza en vivo es una auténtica gozada.

Por eso hoy te recomiendo que si estás pensando en enviar la típica postal navideña, etiquetar una foto de felicitación absurda en facebook o mandar el sms con el chiste de turno sobre la crisis para felicitar las fiestas, envíes este vídeo y digas:


“¡Sube el volumen, dale al play y que la alegría te inunde!”




GRETA


Échale un vistazo a ...




MICAH P. HINSON:
"Stand In My Way"

Quique González en sala Razzmatazz 2 (18 diciembre 2009)

Llegué pronto al concierto porque no quería resignarme a verlo muy alejada del escenario, eran muchos los años acumulando intenciones y planes para ir a ver a Quique González en directo y por fin se habían posicionado los astros para que aquel esperado evento tuviera lugar. No era sábado, pero había una enorme cola de gente deseando beber 'daiquiri blues' por todos los poros de su piel. Yo no esperaba tanta aglomeración, luego supe que se habían agotado las entradas y me alegré de que un luchador nato de los escenarios tuviera su recompensa.

El escenario estaba coronado por un cartel de luces de neón, al más puro estilo motel de carretera, y pocos minutos después de las 21h salió la banda al completo para derramar las primeras gotas de 'Daiquiri blues' por toda la sala.




Los temas del nuevo disco se fueron sucediendo de manera sosegada bajo la atenta expectación de la sala. Pronto se fueron entrelazando con temas de sus anteriores discos que no podían faltar como 'Salitre', 'Pequeño rock&roll', 'Miss Camiseta Mojada' o 'Vidas Cruzadas'. Pero, afortunadamente, ya son 8 los discos que componen la discografía de este madrileño que publicó el primero allá por el 98, con 25 años, así que no hubo tiempo para repasar todos los temas indispensables (¡cómo me hubiera gustado disfrutar con 'En el backstage'!). Y lo del tiempo no lo digo porque el concierto fuera corto, todo lo contrario, ‘El campeón’ se entregó al público durante 2h 30min, así que hubo tiempo para deleitarse con los solos del cantante, para observar los cambios de instrumentos constantes entre canción y canción, y para bailar hasta morirse de calor viajando a través de sus canciones por paisajes tan variados como Los Ángeles o el Puerto de Santa María. El concierto acabó con vítores constantes y con un Quique González visiblemente contento por el trabajo realizado y por la respuesta de un público totalmente entregado desde el principio hasta el final.

Ha sido mucho el tiempo de espera para ver este directo, pero señorita Chloé, la próxima vez en 'Su día libre' pienso rescatarla y llevarla a viajar junto a estos 'Kamikazes enamorados' de la música.

GRETA

Me he resignado al invierno

Esto de trabajar en un bar está muy bien para conocer gente, para beber gratis, para que te apunten en la guest list de las discotecas y para escribir un libro con las historias que te cuentan. Pero cuando en Barcelona se celebra un festival de la talla del Primavera Club, hermano pequeño del Primavera Sound, a una no le hace ni p*** gracia trabajar como camarera.


Pues sí, Greta, yo hubiese vendido mi alma al diablo por escuchar (y ver, para qué nos vamos a engañar) al maravilloso Devendra Banhart. Y pedirle "please destroy me" al ritmo de First song for B. O también haber disfrutado de las melodías de Cass McCombs. Todo muy folkie, porque también está bien salir de la rutina electropopera que vivo cada noche en el bar. Ay, esa letra de “Dream come true girl”, que enamoraría a cualquier chica, y no las guarradas que he tenido que aguantar este finde por parte de varios borrachos. O también escuchar “Automatic” surgir de la delicada voz de Yuri Mendez, más conocido como Pájaro Sunrise. Sentir la felicidad correr por mis venas a ritmo de Port O’brien o descargar adrenalina bailando con Mujeres. Y cantar a viva voz “pudo ser un amor del montón, pero todo el montón era mío” del gran Sr. Chinarro. O pedir una y otra vez más guerra por parte de Standstill.

THE NEW RAEMON en Casa Elizalde (04 de diciembre de 2009)

El viernes pasado antes de ir a trabajar al bar, fui a ver a The New Raemon, en acústico y en la casa Elizalde. Un ambiente íntimo para canciones que hablan de amor, desamor, cotidianeidad, amigos y el paso del tiempo. El que fuera cantante de Madee apareció armado con su guitarra y en compañía de Marc Prats al piano. La sala estaba llena hasta la bandera, ya que las 120 localidades disponibles se agotaron en 20 minutos tras abrir las líneas telefónicas a las 9 de la mañana. Me imagino a la pobre recepcionista del centro cívico colapsada por tanta llamada, tirándose de los pelos y odiando a nuestro querido Ramón por ser tan popular.

El concierto fue más que un simple recital de canciones, fue un cachondeo. El amigo Ramón se marcó unos cuantos chistes al más puro estilo “festival del humor”, arrancando las carcajadas de toda la sala. Estaba relajado y entre amigos y eso se notaba. Dio hasta recomendaciones cinematográficas, haciendo referencia a Man on the moon o Antichrist, diciendo que después de ver esta película, uno se dice a sí mismo: “Fua, pues la vida que llevo no está tan mal”. Y es que además de ponerme un poco sensible con la letra de sus canciones y la calidez de su voz, también me estuve riendo un buen rato con sus ocurrencias. Estuvo casi dos horas cantando, ofreciéndole a la gente la posibilidad de elegir la próxima canción que iba a tocar. Y él, fiel a su público tocó todas las que le pedían, hasta la que no quería tocar. Únicamente hizo una excepción con la petición de “la siesta” alegando que era muy difícil para el ambiente en el que nos encontrábamos.




También tuvo tiempo para versionar temas de Estanislau Verdet y de Nueva Vulcano deleitando a la sala con su savoir faire. Cuando llegó el turno de los bises, The New Raemon apareció para cantar un tema de Madee que hizo las delicias de gran parte de los asistentes, además de algún tema más de su carrera en solitario. Se despidió y las luces se encendieron, miré a mi alrededor, y lo único que vi fueron grandes sonrisas.

CHLOÉ

Échale un vistazo a ...




QUIQUE GONZÁLEZ & ENRIQUE BUNBURY:
"Pequeño rock & roll"

PATRICK WATSON en Bikini (2 diciembre 2009)

Al fin llegó el 2 de diciembre, el día en que por primera vez iba a ver a Patrick Watson en directo. Llevaba tanto tiempo tachando días en el calendario, que estuve todo el día en la librería dando vueltas de aquí para allá simulando hacer cosas sin hacer nada. Mi cuerpo estaba allí como todos los días laborables, ordenando libros como un robot y abriendo y cerrando la caja registradora, pero mi cabeza andaba de fiesta entonando canciones mientras esperaba la ansiada hora. Menos mal que mi jefa es una melómana empedernida y me concede flexibilidad de horarios siempre que acontecen eventos musicales, recupero horas otro día y ambas tan contentas.

A las ocho de la noche salí corriendo de allí hasta llegar a Bikini, donde me esperaban Elena y Dafne. Mientras Elena fumaba un cigarro y nos poníamos al día de nuestras novedades cotidianas la gente iba entrando a la sala. Cuál fue nuestro asombro al ver los problemas que tuvo Patrick Watson para entrar al recinto junto a su mujer y su hijo. Los tipos que vigilaban la puerta no lo conocían y tuvieron problemillas con el idioma para entenderse, hasta que no se produjeron unas llamadas el cantante estuvo esperando en la puerta a que le dejaran pasar para actuar en su propio concierto. Patético.

Cuando entramos a Bikini estaba tocando como telonera Maria Coma. Te haría una pequeña reseña pero justo llegamos cuando estaba ya acabando la última canción, se puso a recoger sus instrumentos y salió la banda Patrick Watson (la banda al completo, algo que me llamó muchísimo la atención) a colocar los suyos.

A las 21.34, puntuales, empezaron el concierto. Y qué manera de empezar, al son de “Firewood” con las luces de toda la sala apagadas y únicamente cuatro pequeños focos que alumbraban la cara de cada uno de los miembros de la banda desde abajo, provocando el efecto de estar alumbrados por la luz de una hoguera. La canción inundó la sala poco a poco, parecía música celestial que fuera abrazándote de a poco y que la banda fueran dioses que se iban a elevar hacia el cielo de un momento a otro. Sencillamente espectacular Chloé. Eso fue sólo el inicio, el ritmo brutal y conmovedor se mantuvo durante todo el concierto. Las canciones se iban sucediendo y la sala, injustamente (hablando de justicia poética) llena sólo hasta la mitad, se convertía en un sitio maravillosamente acogedor con seres hipnotizados por canciones encantadas. Patrick Watson, Simon Angell, Robbie Kuster, y Mishka Stein iban cambiando de instrumento y parecían niños buscando otro juguete que les divirtiera más. Un movimiento constante en el escenario que hace que no sepas dónde mirar para no perderte nada de lo que ocurre, pero es imposible, no sé decirte todos los instrumentos y objetos que usaron.



En un momento del concierto, Patrick Watson se puso un extraño aparato en la espalda y el resto de la banda se hizo con objetos varios y bajaron del escenario sumergiéndose entre el público. Y justamente pararon al lado de donde estábamos nosotras. Allí se pusieron a cantar a capella junto al público. Todas las voces tenían la misma potencia y ellos disfrutaban, se reían y bromeaban. Aman la música y se nota. Patrick Watson se subió encima de dos sillas para que todo el mundo lo pudiera ver y dirigió a todo el público como un director de orquesta. Fue un momento espectacular.




No recuerdo las canciones que tocó, ni si quiera recuerdo si faltó alguna de mis favoritas. Sólo sé que salí de Bikini cantando, bailando y con ganas de más. Porque si a algo le tengo que poner pegas, es que sólo duró 1 hora 30 minutos, y lo bueno si dura más, dos veces bueno.

Una cosa Chloé, la próxima vez que vengan no te lo pierdas. Perderse a Patrick Watson en directo es imperdonable.

GRETA