Después de una semana de comilonas, sobremesas familiares y noches de amistades (éstas las conoces bien Chloé…), el domingo iba a ser finalmente un día sosegado para reposar todo lo ingerido. Así fue como me lo propuse y así se dio. Con tanta tranquilidad me lo tomé que casi llego tarde al único acontecimiento del día y mi último concierto del año.
No te imaginas qué manera de acabar el año a ritmo de los valses, marchas y polcas de Johann Strauss(1825-1899) y Joseph Strauss(1827-1870). La Orquesta Filarmónica de Szeged interpretó piezas intemporales de estos dos genios, algunas acompañada por la soprano Krisztina Kónya (cuyos gorgoritos me pusieron “la gallina de piel” como diría el maestro Johan Cruyff) y otras por los elegantes bailarines Ildefons Vilanova y Mercedes Pastor (con los que disfruté muchísimo a la par que sufrí ya que apenas tenían espacio para poder bailar y pensaba que en cualquier momento podrían caerse del escenario).
Sin lugar a dudas el gran momento de la noche fue la interpretación de la increíble ‘Marcha de Radetzky’. Cuando las primeras notas empezaron a sonar me sentí muy pequeñita. Tuve la misma sensación que cuando miras las estrellas detenidamente y asumes que eres minúscula ante el gigantesco universo. Rápidamente olvidé mis cavilaciones porque el público empezó a seguir con palmas el ritmo de la marcha dirigidos por el director Norbert Pfaflmeyer, de modo que por un instante nos pudimos sentir parte de la orquesta. Disfrutar de esta mítica pieza en vivo es una auténtica gozada.
Por eso hoy te recomiendo que si estás pensando en enviar la típica postal navideña, etiquetar una foto de felicitación absurda en facebook o mandar el sms con el chiste de turno sobre la crisis para felicitar las fiestas, envíes este vídeo y digas:
“¡Sube el volumen, dale al play y que la alegría te inunde!”
GRETA